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Un marco global para la coexistencia ética. Porque la democracia sin ética se convierte en un caldo de cultivo para el caos.

 

Nosotros, los ciudadanos de la Tierra, unidos por una responsabilidad compartida por el bienestar de todos los seres vivos y del planeta que habitamos, reconocemos la urgente necesidad de un marco ético fundamental que trascienda fronteras, ideologías e intereses de corto plazo.

 

Reconocemos que los sistemas impulsados únicamente por el poder, el lucro o la manipulación no pueden garantizar la justicia, la paz ni la sostenibilidad. La democracia sin ética pierde fácilmente su esencia. Afirmamos: la sensibilidad —la capacidad de sentir dolor, alegría, miedo o afecto— no se limita a los humanos. Todo ser capaz de sufrir merece protección contra daños evitables.

 

Esto no es un llamado a la perfección ni a una transformación repentina. Pero sí es un llamado a un cambio sincero y gradual: reducir el consumo, repensar los hábitos y redirigir los recursos hacia alternativas éticas. Quienes se benefician de la explotación deben ser cuestionados y apoyados si están listos para cambiar.

 

Nuestra Constitución es un documento vivo. No es una doctrina, sino una dirección. No es una ley rígida, sino un compromiso compartido. Un camino realista pero decidido hacia la dignidad, la justicia y la compasión para todos.