Sepultados por la moda: cómo el fast fashion contamina desiertos y ahoga a África en residuos
- eticania

- May 8
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En pleno desierto de Atacama, Chile, se despliega un paisaje desolador e inquietante: vastas montañas de ropa desechada, vestigios de la industria global de la moda rápida. Anualmente, aproximadamente 59.000 toneladas de prendas sin vender o de segunda mano llegan al puerto de Iquique. Si bien algunas se revenden o reexportan, se estima que 39.000 toneladas quedan abandonadas en el desierto, formando montones que abarcan casi 3 kilómetros cuadrados, una extensión visible desde el espacio.
Estos textiles, fabricados principalmente con fibras sintéticas como el poliéster, no son biodegradables y pueden tardar más de 200 años en descomponerse. Al descomponerse, liberan sustancias químicas nocivas al suelo y al aire, lo que representa una amenaza importante para los ecosistemas y las comunidades locales.
Este problema no se limita a Chile. En Ghana, por ejemplo, el mercado Kanta Manto de Acra recibe semanalmente cerca de 15 millones de prendas de ropa usada, de las cuales casi la mitad se consideran invendibles y terminan en vertederos o vías fluviales. Estas prácticas no solo contaminan el medio ambiente, sino que también sobrecargan los sistemas locales de gestión de residuos.
El impacto ambiental
Contaminación : la quema de ropa sintética libera sustancias químicas tóxicas al aire, mientras que su vertido provoca contaminación del suelo y del agua.
Acumulación de desechos : los tejidos sintéticos pueden tardar hasta 200 años en descomponerse, lo que genera problemas ambientales a largo plazo.
Agotamiento de recursos : la industria de la moda es responsable del 20% del desperdicio de agua a nivel mundial; para producir un solo par de jeans se necesitan 7.500 litros de agua.
La raíz de esta crisis reside en la sobreproducción y el consumo excesivo inherentes al modelo de la moda rápida. Las marcas producen grandes cantidades de ropa a bajo precio, gran parte de la cual no se vende y posteriormente se desecha. Este enfoque lineal de la moda —producir, consumir, desechar— tiene consecuencias ambientales y sociales devastadoras.
Los principales contaminadores de la moda rápida
El principal factor de este problema es la búsqueda de la maximización de beneficios. Las marcas de moda rápida producen en exceso para satisfacer la demanda del consumidor, lo que genera un exceso de inventario. Varias marcas de moda destacadas se han visto implicadas en problemas ambientales relacionados con la sobreproducción y el desperdicio:
H&M : Enfrentó críticas por incinerar ropa no vendida, lo que generó dudas sobre sus declaraciones de sostenibilidad.
Zara (Inditex) : Conocida por sus rápidos ciclos de producción, que contribuyen a un importante desperdicio textil y a la degradación del medio ambiente.
Shein : Opera con un modelo de moda ultrarrápido, produciendo grandes cantidades de ropa con preocupación por las prácticas laborales y el impacto ambiental.
Boohoo : Ha sido examinado por sobreproducción y violaciones laborales, lo que ha generado preocupaciones ambientales y éticas.
Estas marcas se han asociado con prácticas que resultan en grandes cantidades de ropa sin vender, parte de la cual termina en vertederos o se exporta a países con poca capacidad para gestionar los residuos, lo que agrava los problemas ambientales. Desechar la ropa no vendida en países en desarrollo suele ser más económico que reciclarla o reutilizarla.
Sin embargo, en medio de este sombrío panorama, hay destellos de esperanza. En Santiago de Chile, la empresa Ecocitex es pionera en el reciclaje de residuos textiles para convertirlos en hilos de alta calidad, promoviendo así una economía circular. De igual manera, en Ghana, diseñadores locales están reutilizando prendas desechadas para crear nuevas prendas de moda, convirtiendo los residuos en oportunidades.
Estas iniciativas subrayan el potencial de las prácticas sostenibles en la industria de la moda. Al apoyar marcas éticas y adoptar modelos de moda circulares, los consumidores pueden desempeñar un papel fundamental en la mitigación del impacto ambiental de sus elecciones de vestuario.
En conclusión, si bien los desafíos que plantea la moda rápida son inmensos, no son insuperables. Mediante la acción colectiva y el consumo consciente, un futuro de la moda más sostenible y equitativo está al alcance.
Entonces, ¿qué podemos hacer para detener esta locura? ¿Qué tipo de regulaciones —o sanciones— deberían imponerse a quienes producen estos residuos? ¿Qué incentivos podrían animar a los gigantes de la moda a reducir la sobreproducción o a reutilizar sus excedentes de forma responsable? ¿Y cómo podemos, como consumidores, replantearnos nuestros hábitos? Quizás sea hora de inspirar a los obsesionados con la moda no con la culpa, sino con la creatividad: a ver el estilo no como una tendencia desechable, sino como una relación a largo plazo con lo que vestimos. ¿Qué pasaría si cada compra tuviera una segunda y una tercera vida planificadas antes de salir de la tienda? Te invitamos a unirte a la conversación: comparte tus ideas, tus soluciones, tu visión para una industria de la moda que no cueste un ojo de la cara.

Fuentes:











